El mes pasado, los amigos y amigas de Wiki Movimento Brasil me invitaron a participar del evento «Transbordatos«, una pre-conferencia para el «WikidataCon», la conferencia de Wikidata. Me invitaron a hablar de «Colecciones digitales y Wikidata», y como el evento tenía interpretación simultánea, hice algo que normalmente no hago: escribí la charla. Me pareció que iba a ser más simple para quienes estuvieran haciendo la interpretación, porque sé que tengo tendencia a hablar rápido e irme por las ramas.
Escribiéndolo y todo igual divagué un poco, pero aprovecho y lo comparto acá, que hace mucho que no escribo, pero que no quiere decir que me haya ido muy lejos.
Gracias por invitarme a participar de esta actividad de Transbordatos, a los amigos y amigas de Wiki Movimiento Brasil y al Goethe Institut. Escuché las sesiones anteriores y me pareció que hubo preguntas muy provocadoras para pensar algunas cuestiones.
Justamente me gustaría empezar un poco por una pregunta que Bianca Santana dejó abierta en el primer panel, donde preguntó: “¿por qué el colectivo de personas negras tendría que molestarse en participar en Wikipedia, tu proyecto de gente blanca del Norte Global?”. Bianca también preguntó por qué alguien debería interesarse en participar, cuando del otro lado no hay necesariamente un interés por saber qué está pasando con ese colectivo al que se invita a participar.
Me parece que este es un punto interesante de partida para pensar qué pasa con las instituciones culturales del Sur Global cuando se dialoga por primera vez alrededor de las cuestiones de las licencias Creative Commons y del movimiento Wikimedia en general. Aunque en el último tiempo ha habido un poco de cambio cultural en varias instituciones culturales, la gran mayoría sigue mirando con desconfianza a plataformas como Wikipedia o Creative Commons. Las instituciones culturales se preguntan: ¿Por qué debería participar? ¿Qué pasa con esta nueva forma de colonialismo digital?
Primero, me gustaría aclarar que el hecho de que las instituciones culturales no participan en el mundo del acceso abierto no es una impresión personal mía. Existe una encuesta o tabla realizada por Douglas McCarthy y la Dra. Andrea Wallace que identificó más de 1000 instituciones culturales que tienen políticas de licenciamiento abierto. El resultado de esa encuesta se puede ver en el mapa: las instituciones se encuentran abrumadoramente en el Norte Global.
A mí este mapa me produce reacciones encontradas. Por un lado, en el Norte Global existen muchas instituciones culturales que se encargan de gestionar conocimiento, artefactos y objetos culturales que han sido obtenidos mediante la violencia física, el colonialismo y el imperialismo. Eso es lo primero que podemos ver en el mapa.
Pero lo segundo que podemos ver en el mapa es más difícil de entender: ¿por qué no tenemos más instituciones culturales del Sur Global participando en el acceso abierto al patrimonio cultural? Por supuesto, hay un primer problema que es obvio: no todas las culturas pueden participar del acceso abierto de la misma manera. Hay una serie de desequilibrios vinculados al poder, a las prioridades, a los intereses y a los recursos (financieros, técnicos, humanos, de conocimiento) que pueden facilitar o impedir la participación en las iniciativas de digitalización y de acceso abierto.
Para muchas de nuestras instituciones, digitalizar es imposible. No tienen recursos suficientes para digitalizar sus acervos, y los estándares de lo que constituye una digitalización de calidad no se fijan en América Latina sino que se fijan en Europa o en Estados Unidos. Sin embargo, esta no es la respuesta completa. A fin de cuentas, hay opciones accesibles de bajo costo incluso si no se pudiera digitalizar todo el acervo. Conozco muchas instituciones que digitalizan fotografías y las suben a Flickr. Así y todo, no suben esas colecciones con licencias libres, a pesar de que el derecho de autor de la mayoría de esos materiales expiró hace tiempo.
Todavía cuesta muchísimo que nuestras instituciones culturales abracen el acceso abierto. Ahí donde se instalaron políticas de acceso abierto en nuestro continente, generalmente fue porque hubo integrantes de algún capítulo o grupo de Wikimedia que ayudó muy de cerca para que se diera este proceso, ya sea porque les dieron escáneres para digitalizar o porque iniciaron una cooperación de largo aliento que incluyó capacitaciones en derecho de autor y en licencias Creative Commons.
Una primera respuesta para responder por qué en Europa hay más instituciones con políticas de acceso abierto podría ser que, obviamente, en Europa tienen Europeana. Europeana ha hecho que muchas instituciones tengan políticas de acceso abierto por defecto, porque el marco de publicación de Europeana les quita puntos y visibilidad en la plataforma si no tienen licencias abiertas. Es decir, tienen políticas públicas y presupuesto.
Por eso muchas veces la discusión sobre el acceso abierto pasa entonces a sentirse completamente foránea para nuestras instituciones culturales. El acceso abierto, las licencias y herramientas de Creative Commons, Wikipedia, se sienten como discusiones que no nos pertenecen y que vienen impuestas desde afuera, por instituciones que cuentan con recursos y políticas. Por eso, a veces estas herramientas digitales se ven nuevamente como herramientas y plataformas del despojo.
Entonces, cuando escuché a Bianca formular esta pregunta, “por qué debería participar en tu plataforma de gente blanca del Norte Global”, me acordé inmediatamente de una profesional de un museo en Argentina que frecuentemente se refería a Wikipedia como una plataforma de “extractivismo digital”. ¿Cómo cambiar esta percepción cuando, como bien dijo Bianca, los proyectos de Wikimedia siguen teniendo muchas dificultades para ser más diversos?
Para las instituciones culturales, me parece que en nuestro contexto hay una paradoja cuando se habla del colonialismo. En el Sur Global, las instituciones culturales son parte y a la vez víctimas del colonialismo. Muchas de ellas son instituciones del Estado, que han colaborado en establecer una narrativa del Estado-nación que, por más que estén ubicadas en el Sur Global, igual son coloniales. Son coloniales en la forma en que se han acercado a las comunidades indígenas o a las personas afrodescendientes, por mencionar solamente dos ejemplos. Muchas veces son instituciones que reflejan los deseos y aspiraciones de las élites dominantes y quienes las dirigen y les dan fondos son igualmente parte de esas élites. En muchos casos, por desgracia, para trabajar en un museo o en una institución cultural en América Latina tenés que ser rico o aceptar el pluriempleo, porque los sueldos son muy bajos. Y en algunos, muchos casos, estas instituciones culturales pueden permanecer completamente inaccesibles a las personas pobres o de extracción popular. No solamente pueden permanecer inaccesibles, también pueden ser activamente rechazadas.
Pero nuestras instituciones culturales en el Sur Global también son víctimas del colonialismo, por ejemplo, cuando colecciones o manuscritos o artefactos que pertenecen a nuestros intelectuales latinoamericanos terminan en las manos de instituciones culturales de Europa o Norteamérica que tienen dinero y capacidad para adquirirlos (como el Instituto Iberoamericano de Berlín).
El acto de despojo del colonialismo siempre tiene que ver con quitarte no solamente algo tangible (una historia, un artefacto cultural), sino también quitarte lo intangible: el conocimiento necesario para entender cómo participar en tu cultura, cómo gestionar tu propio conocimiento.
Las instituciones culturales gestionan conocimiento, pero en ese proceso también generan conocimiento sobre lo que hacen y sobre sí mismas. Obviamente, desde la perspectiva de la escala no es lo mismo gestionar una colección de 2 millones de artefactos que una de 2 mil. Pero tampoco es lo mismo desde la perspectiva de qué conocimientos se producen cuando se gestionan esos 2 millones de artefactos o 2 mil. No es lo mismo los círculos virtuosos de conocimiento que se producen entre las instituciones y el mercado cuando hay que gestionar 2 millones que 2 mil artefactos. En el caso del derecho de autor, si existe una colección enorme de manuscritos, entonces es necesario contar con un profesional que gestione el derecho de autor de esos manuscritos. Y si no hay manuscritos porque están todos en el exterior, entonces por qué habría que aprender sobre derecho de autor.
No tenemos oficinas de derecho de autor en nuestras instituciones culturales y no tenemos profesionales especializados en derecho de autor que trabajen en bibliotecas porque, hasta hace unos años, el derecho de autor no era un problema para nuestras instituciones. Es decir, no era considerado un problema. La legislación sobre derecho de autor era igual de restrictiva hace treinta años de lo que es hoy, pero sus problemas eran más invisibles porque no existían plataformas que hicieran que compartir contenido fuera tan fácil y tan cotidiano. Y, de pronto, aparece la digitalización, algo de lo que las instituciones culturales se tienen que hacer cargo porque si no está en Internet no existe (¿existir para quién? es otra pregunta). La digitalización entonces abre la discusión sobre el derecho de autor en las instituciones culturales, pero la respuesta proviene del lugar del despojo. Como me han despojado, siento que esto del acceso abierto es una nueva forma de colonialismo. Y, como me han despojado también, no necesariamente cuento con las herramientas para comprender el fenómeno en su cabalidad.
Por supuesto, el derecho de autor también es una institución colonial, y si me permiten, imperialista y patriarcal. Con esto no quiero decir que de no existir el colonialismo hubiéramos llegado al derecho de autor o al acceso abierto como respuesta a nuestros problemas de gestión del conocimiento. Quizás hubiéramos pensado otras alternativas, otras formas incluso de responder a la pregunta “qué es el conocimiento” y “quién lo produce”. Es posible. Pero en este momento, estamos en una situación donde los países desarrollados nos “patearon la escalera” y de alguna forma tenemos que empezar a participar. Y para participar, tenemos que entender los problemas del derecho de autor y del acceso abierto.
¿Por qué importa que las instituciones culturales estén participando en Internet? ¿Por qué tendrían que poner sus colecciones digitales en Internet? ¿Por qué tendrían que hacer un esfuerzo por darle visibilidad al conocimiento que gestionan? ¿Por qué deberían hacerlo de manera abierta? ¿Por qué deberían hacerlo en las plataformas de Wikimedia?
La primera respuesta es porque si no participan, dejan un vacío enorme en la representación. Hoy por hoy, es más fácil acceder al canon de la pintura europea que al canon de la pintura de América Latina, por dar un ejemplo. Pero, además, hay una sobreabundancia de contenido proveniente de Europa y de Estados Unidos, y por desgracia, como publican en abierto, sus producciones se utilizan más. No podemos pretender que los usuarios interesados en compartir el material hagan una maestría en derecho de autor para poder entender si y cómo pueden compartir los artefactos digitales que están viendo en una plataforma.
Los proyectos de Wikimedia son buenas plataformas para poner ese material y tratar de contrarrestar, aunque sea un poco, la presencia masiva de contenido producido en otros continentes. Muchas veces, las instituciones sueñan con construir sus propias plataformas para mostrar su contenido, pero no pueden. Wikimedia ofrece muchas plataformas para compartir y construir conocimiento: Wikidata, Wikipedia, Wikimedia Commons, podría seguir.
También tenemos que entender que la participación en Internet es mucho más que tener un community manager y postear contenido en redes sociales. Existe la sospecha de “extractivismo digital” sobre Wikimedia, lo cual es curioso, porque no existe esa misma sospecha sobre Instagram o Facebook o YouTube o Flickr. Wikimedia hace explícitos sus términos: necesitamos licenciamiento abierto para poder compartir este contenido en nuestra plataforma. Por alguna razón, explicitar esos términos pareciera hacerlo más abusivo que Instagram o Facebook, que nunca explicitan lo que hacen porque si lo hicieran nadie utilizaría esas plataformas. Pero más allá de eso, ¿cómo respondemos a esta sospecha?
Desde la comunidad de Wikimedia a veces ofrecemos esta respuesta: “nos ve mucha gente”. Así, nos ponemos al mismo nivel que muchos de estos emprendimientos comerciales, donde lo importante es capturar la “economía de la atención”, los “eyeballs”, los globos oculares, una metáfora espantosa que nos despoja de nuestro cuerpo y de la conexión entre la vista y el cerebro. Pero, precisamente, compartir en los proyectos Wikimedia no tiene que ver con esa caracterización pasiva del público sino todo lo contrario: es una comunidad que activamente busca re-utilizar y reponer el contexto en el cual los artefactos culturales han sido producidos.
También es cierto que a las instituciones culturales debería importarles estar en Wikimedia porque es parte de su misión y de su trabajo. Hay un proyecto compartido: mejorar y ampliar el acceso a la información y a la cultura. Pero desde las instituciones culturales, muchas veces es difícil cuando nadie apoya tu misión o tu trabajo está severamente desfinanciado.
Así y todo, con esas múltiples dificultades, las plataformas de Wikimedia permiten bajar la barrera de ingreso. Si no podemos participar de la forma perfecta, de la forma en que nos gustaría, tenemos que hacer lo que se pueda para que por lo menos haya representación. Pero sobre todo, creo que la respuesta de “por qué las instituciones culturales tienen que participar en este proyecto de gente blanca del Norte Global” tiene que ver con dos cuestiones centrales: la comunidad y el aprendizaje conjunto con esa comunidad.
Hace un rato dije que uno de los efectos del colonialismo es que te despoja no solamente de un producto tangible sino también de cómo gestionar ese conocimiento y cómo participar en tu cultura. Wikimedia no hace eso.
La comunidad de Wikimedia está siempre generando una invitación abierta. Wikimedia es honesta respecto de lo que es, también. Wikimedia te dice: “esta es la plataforma, es fea, no es muy amigable para ingresar datos, tiene una comunidad con un montón de defectos, pero podés navegarla y podés aprender cómo usarla y participar”. Es transparente. ¿Saben ustedes cómo decide Facebook qué cosas mostrar? ¿O cómo decide hacer eso mismo YouTube? Nadie lo sabe. Si nos enteramos cómo lo hacen, es porque esa información se filtró a la prensa, y en general no son buenas noticias.
Si alguien tiene dudas de qué piensa Wikipedia que es una fuente fiable, lo único que tiene que hacer es leer la política de fuentes fiables. ¿Es una buena política? Seguramente no, pero hay una comunidad de feministas empujando para cambiar esa política. ¿Conocen alguna comunidad que pueda cambiar las políticas de Facebook, de YouTube, de Instagram? Por supuesto que la definición de qué es conocimiento según el ecosistema Wikimedia necesita una revisión epistemológica, pero hay comunidades enteras de Wikimedistas dando esa disputa.
Como dije, las plataformas de Wikimedia están lejos de ser perfectas. En la comunidad de Wikimedia muchos creemos que es necesario bajar la “curva de aprendizaje” para abrir el ingreso a la participación, y no tengo la menor duda de que esto es necesario. Pero Wikimedia también es una puerta de ingreso para el aprendizaje, cualquier tipo de aprendizaje. ¿Querés aprender a escribir código? ¿Querés aprender a investigar? ¿Quéres saber qué son los datos estructurados? No hay mejor lugar para aprender todo esto que las plataformas de Wikimedia.
Si trabajás en un museo y no sabés lo que son los datos estructurados, no hay mejor lugar ni mejor comunidad para aprenderlo que Wikidata, donde tenemos gente que está pensando no en lo que pasó hace cincuenta años sino en lo que pasará en los próximos cincuenta. Hay cursos gratuitos de qué es Wikidata para museos e instituciones culturales. ¿No sabés lo que es IIIF (pronunciado triple ai ef)? Bueno, en Wikimedia Commons hay una comunidad entera dedicada a discutir cómo hacer que IIIF pueda interactuar con los proyectos de Wikimedia Commons. Y todo eso se puede hacer con una comunidad dispuesta a apoyar y ayudar en ese proceso de aprendizaje. A eso se acercan quienes participan en Wikimedia: vienen a hacer una invitación a aprender.
El mundo de lo abierto nos ofrece la posibilidad de reclamar nuestras epistemologías, de ponernos en el lugar de aprender y participar, de intercambiar en una comunidad donde las reglas pueden y deben discutirse. Y sí, en Wikimedia hay muchos hombres, muchos blancos, muchos del Norte Global, pero también somos muchas las feministas del Sur Global muy dispuestas a discutirlo todo con todos.
Claro, Wikimedia quizás no siempre les da financiamiento a las instituciones culturales para hacer ciertas cosas (aunque sí ofrece fondos y muchas instituciones acceden a ellos). Pero, como contracara, hay muchas instituciones que dan fondos y no necesariamente se generan intercambios virtuosos de aprendizaje. En mi experiencia, he visto muchas instituciones del Norte Global que otorgan fondos, se encargan de que les manden los paquetes de revistas o archivos, digitalizan ellos, gestionan ellos, construyen ellos las plataformas, y luego los vuelven a mandar. ¿Se aprende algo con eso? ¿Aprenden más nuestros profesionales culturales cuando son otros profesionales en otro país quienes digitalizan, quienes investigan el derecho de autor, quienes generan todo el conocimiento alrededor de la colección? Hay grandes instituciones que hacen filantropía para expiar sus culpas coloniales, pero en el proceso, continúan despojándonos del conocimiento que necesitamos. O generan conocimiento para sí mismas y sus académicos.
La Fundación Wikimedia hace muchas cosas mal, trabajar con las comunidades de Wikimedia a veces es difícil, y definitivamente hay que tomarse tiempo para aprender a navegar el ecosistema Wikimedia. Todo eso es cierto. Pero de todas las cosas que hace mal este gran ecosistema que es Wikimedia, hay al menos una que no: la comunidad de Wikimedia no invita a las instituciones culturales a participar porque necesita expiar sus culpas coloniales, sino porque genuinamente cree que necesitamos un mundo donde todos, todas y todes podamos estar representados. Lo hace porque quienes participan en las comunidades también viven en esta parte del mundo y entienden mejor que nadie lo que es no poder encontrarse a uno mismo en Internet. Wikimedia es una táctica poderosa en un mundo donde la información está controlada por grandes corporaciones del Norte Global que gestionan la información de manera poco transparente.
En conclusión, creo que hay muchas razones por las que las instituciones culturales deberían participar y compartir sus colecciones digitales en Wikimedia, aún con el conocimiento de que es un ecosistema imperfecto. Para resumir:
- Frente a la ausencia de recursos y tecnologías para compartir esta información en plataformas propias de las instituciones culturales, las plataformas de Wikimedia ofrecen un espacio donde compartir artefactos culturales e información que de otro modo no estarían en Internet. Que estén en Internet es importante para que personas y culturas que tradicionalmente no se verían reflejadas en Internet puedan estar ahí.
- La comunidad de Wikimedia es un lugar de aprendizaje. Hay oportunidades reales para el intercambio de conocimientos y no un mero intercambio transaccional (por ejemplo, “artefactos por visibilidad”).
- Wikimedia es una plataforma abierta, libre, colaborativa y transparente. Cualquier integrante del público puede entender cómo se hace y participar en ella, e incluso discutir sus normas. Esto incluye, obviamente, a quienes trabajan en las instituciones culturales.
- El carácter abierto de Wikimedia hace que la información sea interoperable en otros ecosistemas (como los buscadores) y pueda mejorarse con el tiempo. Esto permite mejorar la representación de nuestros países, nuestras culturas y de nuestros públicos.
Creo que hoy más que nunca tenemos claro que la promesa que muchos creíamos que traía Internet de “democratizar la información” fue, en el mejor de los casos, una realización imperfecta. Los desequilibrios de poder y las injusticias históricas, geográficas, de género, de clase y de raza siguen ahí, con amenazas reales a nuestras frágiles democracias motorizadas por las cinco corporaciones que controlan cómo y qué información circula a través de sus plataformas.
En este contexto, Wikimedia es uno de los pocos proyectos donde la desinformación y la violencia simbólica no tomaron control absoluto de todo lo que se comparte en la plataforma. ¿Es un ecosistema perfecto? Por supuesto que no. Pero en Wikimedia la invitación a mejorar qué conocimientos, cómo se comparten y quiénes los comparten sigue estando abierta, es una invitación abierta a todos y a todas. Es posible intervenir y explorar cómo mejorarla. Es posible forjar otro camino que no sean las fantasías fascistas y patriarcales salidas de Silicon Valley. Es posible forjar un camino donde efectivamente los conocimientos nos hagan libres. Para eso tenemos que estar todas, todos y todes. La invitación está abierta.
Fotos
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